Parece que estuviéramos viviendo un boom de catástrofes; los medios de comunicación nos inundan de guerras, contaminación, enfermedades y tragedias. En el cine y la literatura abundan temas de índole supuestamente develatorios, que nos hacen sentir engañados y suspicaces frente a todo. El advenimiento del fin del mundo en el 2012, informes científicos que nos pronostican una mala y corta vida por efectos del calentamiento global, en fin… 10 mil cosas por segundo.
Ensimismados en nosotros mismos, con nuestros pequeños, medianos y grandes problemas, sólo nos comportamos como humanos cuando somos testigos de situaciones límite. Hay que cavar muy hondo para poder activar nuestras cualidades únicas: la compasión, la empatía, la generosidad, el amor… Estamos siendo víctimas de sobre-estimulación de nuestros campos sensoriales, desensibilizándonos paulatinamente, y como paliativo vamos en busca de problemas extremos para sentirnos humanos nuevamente. Tal como una droga, con el tiempo hay que ir aumentando la dosis para poder sentir sus efectos.
Como sociedad sólo nos estamos preocupando exclusivamente de los casos extremos. Lo vemos en la política que no escatima esfuerzos en ayudar a los MÁS pobres, a los MÁS enfermos, a los MÁS víctimas… dejando a un gran número de pobres, enfermos y víctimas, sin ayuda.
Cada día somos más indolentes. A pesar de todo nuestro avance científico e instrumental a lo largo de la historia, a pesar de haber superado la edad de piedra, según yo, irónicamente estamos en vías de una nueva era paleolítica: la era de la sociedad de piedra.
A continuación un pequeño estímulo de belleza natural.
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